lunes, 16 de enero de 2012

Tras la Transcandamia

Desde hace un par de años, el domingo es, para mí, sinónimo de salir a correr temprano. Hoy había carrera en Villabalter, aunque entre que he decidido reducir las competiciones en estos primeros meses y que las carreras de campo a través la verdad es que no me motivan especialmente, hoy preferí salir a correr con el 'equipo médico' habitual, aunque esta mañana con varias bajas. Al final, sólo Nacho, Jose y Laura me acompañaron en una tirada larga que, para no perder la costumbre, fue tan surrealista como siempre.

Salimos de la Granja en medio de la niebla con la intención de subir hasta Arcahueja y dar la vuelta. Mi intención en estas dos semanas previas a empezar el trabajo específico de cara a la Maratón de A Coruña es cargar las pilas corriendo por terreno complicado, que hay que coger en las piernas la cecina que hará falta para aguantar 42.200 metros de agresión contra el asfalto. Por eso, el itinerario que hace un año me horrorizaria, me parecía bien.

Todo parecía controlado. Jose, que cuando se cree el puesto de guarda del Parque de la Candamia y los Pinos o cuando se reconozca la existencia del Señorío o Condado de esos lugares tiene todas las papeletas para llevarse el puesto de calle porque prácticamente vive allí, empezó a guiar al rebaño rumbo al alto del Portillo. Pero de Arcahueja, nada. En medio de la niebla, en alguno de cruces de caminos que por decenas hay en esa ladera, hubo un cambio de planes no buscado. Todos opinábamos. Que si esto va para la Candamia, que si volvemos para atrás, que si por aquí se va a las avestruces, que si te digo yo que esto va a ser el Camino de Santiago porque hay una flecha amarilla... El caso es que al final acabamos en Las Lomas, en el punto de salida de la Transcandamia y con buenas sensaciones porque si fui capaz de subir corriendo la rampa en la que siete días atrás fotografié andando al televisivo Calleja, eso quiere decir que no estoy tan flojo de piernas como pensaba.

Llevábamos la mitad de camino y todavía estábamos discutiendo de quién era la culpa del cambio de itinerario. A esas alturas la que estaba acordándose de todas nuestras familias era Laura, que para algo es la Usain Bolt del running y la habíamos metido por plena montaña. Laura es capaz de correr un 10.000 a 4:30 el km pese a salir a correr un par de veces al mes, pero tiene un pánico atroz a las cuestas. Por suerte, su falta de aliento le impedía insultarnos cada vez que después de una bajada que parecía ser la última de la mañana, Jose entonaba el habitual: "A que no hay güevos a subir por aquí", aderezado ahora con la frase que apunta a ser su favorita en las próximas semanas: "¿Y tú eres el que vas a acabar un maratón?".

Como hubo 'güevos' y quiero acabar el maratón, de Las Lomas fuimos al campo de vuelo, y de allí al Portillín, bajada hasta los músicos y cuando ya me las prometía felices rumbo a la Candamia, a dar una vuelta por las sillas, que fue como los históricos del running llamaron el recorrido que mide el estado de forma de los 'gallos' cuando quieren saber si están para batir sus récords. Tengo que reconocer que disfruté por aquellos caminos que bautizaron aquellos pioneros que corrían hace una década cuando las carreras populares eran desconocidas; cuando aún no se sabía que había zapatillas para pronadores y neutros; y cuando una camiseta de las que regalaban comprando una maleta grande de Cola-cao servía para correr sin pensar si era técnica, térmica o si las celdillas se taparían por el efecto del jabón y el suavizante.

Ayer me estrené en la sillas para alegría de Jose, el Señor de la Candamia y los Pinos, que vio cumplido su sueño de verme sufrir por las empinadas rampas del Tourmalet, camino de la Granja donde Nacho, el primero del grupo que se atrevió con la maratón el pasado mes de noviembre en Valencia, y Jose se marcaron el último kilómetro en 4 minutos. Y todo porque Servando, otro de esos monstruos del atletismo popular que merece mucho la pena, les dijo un día que lo que recuerda el cuerpo es el último medio kilómetro. Yo fui más prudente y, como soy un caballero (y porque por otra parte tampoco estoy a su nivel) acompañé a Laura hasta la Granja para estirar, cambiarnos y cerrar la mañana con el habitual 'tercer tiempo' en el Caronte para comentar la jugada, echarnos la culpa y hacer el recuento de los 14,8 km de la mañana.

No estuvo mal la carrera y aún fue mejor la compañía. En 90 días llegará el domingo más especial. Mañanas como la de ayer me ayudarán en mi reto
. Empieza la última semana de anarquía. Habrá que disfrutarla.


Jose 'el Señor de la Candamia y los Pinos', junto a Nacho y Laura en un alto en mitad de las 'sillas'.

2 comentarios:

  1. Así como que no quiere la cosa, a lo tonto a lo tonto, habéis hecho un entrenamiento de campanilla.
    Buenos socios te has buscado para acometer esta empresa; y la compañia de Nacho, que según me ha contado un pajarillo ira a Coruña, te vendrá muy bien, ya que su pequeña experiencia en estas lides te vendrá de lujo.
    Saludos.

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  2. en la foto Nacho esta con una pistola conteniendo a Laura , ¿verdad?. porque es la única explicación a que no os tirara por el barranco.

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